El oficio de trementinaire lo ejercieron, mayoritariamente, las mujeres del municipio de Tuixent y del valle de la Vansa, en la comarca del Alt Urgell. Las mujeres de estos pueblos, conocedoras de las virtudes medicinales de las plantas que nacían en sus tierras y de sus aplicaciones curativas, se dedicaron a comercializar estas plantas y las resinas del pino, del abeto y del enebro por toda Cataluña. Ellas practicaron un curanderismo nómada que suministró buena parte de los remedios más utilizados para muchos de nuestros antepasados.
El trabajo de las trementinaires empezaba con la recolección de las plantas medicinales y de las resinas de las diferentes coníferas de su entorno. Cuando llegaba el otoño, las trementinaires iniciaban su periplo por las comarcas catalanas para vender sus productos y aplicar ungüentos y emplastes a los enfermos. En su casa dejaban las criaturas a cargo del marido y ellas bajaban hacia el llano, hasta el mar, caminando por senderos y caminos.
Las trementinaires siempre iban en parejas. La mayor era la que sabía el oficio y la más joven hacía de aprendiza. En su espalda cargaban una mochila de ropa llena de hierbas de montaña: verónica, hisopo, borraja, corona de rey.... Colgadas en el cuerpo llevaban las latas de trementina, de aceite de abeto, de aceite de lagarto y de aceite de enebro. Por Navidad volvían a casa y en febrero iniciaban otro viaje que duraba hasta Pascua.
Cada pareja recorría, año tras año, la misma ruta y se alojaba gratuitamente en las mismas casas donde lo habían hecho sus predecesoras. Los trayectos se mantenían en secreto, ya que los vínculos establecidos por sus progenitoras con los habitantes de las casas en las que se alojaban y los clientes a quien vendían los productos, eran fundamentales para la buena marcha del oficio.
Mucha de la gente mayor de los pueblos de las comarcas de Girona se acuerda de estas mujeres fuertes y valientes cargadas de aromas de montaña y de sabiduría. Las trementinaires siempre eran bien recibidas, se esperaban sus remedios y sus consejos. La confianza en sus productos se basaba en el uso tradicional de las plantas para tratar las enfermedades.
La llegada de la medicina a los núcleos rurales y la mejora en la comercialización y distribución de los fármacos provocaron la desaparición de las trementinaires. Las últimas trementinaires trabajaron más para curar animales que no a personas, por lo que sus viajes se restringieron sólo a las zonas más agrarias y poco a poco fueron perdiendo su prestigio.
Esta sabiduría popular y medicinal se ha dejado de transmitir aunque había estado muy enraigada a nuestra cultura. En realidad, este saber no era patrimonio sólo de las trementinaires, ellas representaron un caso singular de oficio. Estos conocimientos pertenecían a muchas mujeres, ya que ellas han sido tradicionalmente las que han velado por la salud de las familias.